Ana María Aldrighetti
Nació el 24 de enero de 1957 en Jesús María,
Córdoba. Docente. Profesora de Lengua y Cultura Italiana.
Participó en diferentes certámenes literarios de poesía y cuento, resultando finalista para integrar junto a otros escritores, distintas antologías: V Antología Literaria de Cuentos y Poesía, Ed. Alternativa (1997); Confluencia Poética, Ed. Nubla (1997); 300 Escritores hacia el 2000, Ed. Nubla (1998); Homenaje a Oliverio Girondo, VI Certamen Internacional, Ed. de Los Cuatro Vientos (2003).
En el año 2014 recibió un reconocimiento especial de la Sociedad Dante Alighieri de Cavalese – Trento – Italia por su producción “A mi hijo” el concurso “Il carro delle muse”.
En julio de 2007 publicó su primer libro: “Martina y Stefano- La aventura”, novela para niños de 8 a 10 años. Ed. Babel y en noviembre de 2011 publicó su segundo libro: “Poemas y Cuentos Mascoteros” para niños de 7 a 9 años, en coautoría con el Dr. Miguel Ángel Halabi, Ed. Babel.
En 2016, 2017 y 2018 sus libros fueron seleccionados por programa: “Estímulo Ediciones Literarias Cordobesas” de la Legislatura del gobierno de Córdoba, el cual fomenta el crecimiento y profesionalización de los autores y editoriales de Córdoba, a través de su publicación, difusión y distribución en bibliotecas populares y entidades educativas.
Participó en diferentes certámenes literarios de poesía y cuento, resultando finalista para integrar junto a otros escritores, distintas antologías: V Antología Literaria de Cuentos y Poesía, Ed. Alternativa (1997); Confluencia Poética, Ed. Nubla (1997); 300 Escritores hacia el 2000, Ed. Nubla (1998); Homenaje a Oliverio Girondo, VI Certamen Internacional, Ed. de Los Cuatro Vientos (2003).
En el año 2014 recibió un reconocimiento especial de la Sociedad Dante Alighieri de Cavalese – Trento – Italia por su producción “A mi hijo” el concurso “Il carro delle muse”.
En julio de 2007 publicó su primer libro: “Martina y Stefano- La aventura”, novela para niños de 8 a 10 años. Ed. Babel y en noviembre de 2011 publicó su segundo libro: “Poemas y Cuentos Mascoteros” para niños de 7 a 9 años, en coautoría con el Dr. Miguel Ángel Halabi, Ed. Babel.
En 2016, 2017 y 2018 sus libros fueron seleccionados por programa: “Estímulo Ediciones Literarias Cordobesas” de la Legislatura del gobierno de Córdoba, el cual fomenta el crecimiento y profesionalización de los autores y editoriales de Córdoba, a través de su publicación, difusión y distribución en bibliotecas populares y entidades educativas.
En mayo
de 2018 publicó su tercer libro: “Relatos de mi Infancia”, un relato autobiográfico
para niños de 8 a 11 años, editado por Hermanamientos Literarios Editora en versión papel y digital.
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Relatos
de mi infancia
Fragmento.
Hermanamientos Literarios Editora. 51 pg. Córdoba, 2018.
Cuando Anna era pequeña vivía en el campo, en un
pueblito del norte cordobés. El lugar carecía de encantos particulares. No
tenía un río, ni montañas, ni lagos, ni lagunas. ¿Turistas? ¡Ni hablar! A qué
irían allí, sobre todo en verano donde lo único que podían encontrar era tierra
árida, calor y mosquitos. Sin embargo, Anna, junto a sus padres y demás
pobladores, eran felices. Eran épocas donde la luz eléctrica sólo existía en
las grandes ciudades, al igual que el teléfono y gas natural. ¡Se imaginarán
que tampoco existían celulares ni internet! Pero aun así, no olviden que les
dije que todos eran felices ahí. Había una plaza con un tanque de agua y un
molino. ¡Sí, un molino, aunque les resulte raro en una plaza! También un mástil
con su bandera, plantas como durazneros, paraísos, algunos canteros con
rosales, flores de conejito, pajarito, lirios y gladiolos. En una de las
esquinas había una canilla pública de donde, en una época, todos tenían que ir
a buscar agua. Era muy incómodo transportarla en baldes o tachos todos los
días, especialmente para quienes no vivían cerca de la plaza, por más pequeño
que fuera el pueblo.
Siempre pienso que las personas, cuando tienen menos
comodidades y bienes materiales, se vuelven más creativas, más unidas y
solidarias. En Candelaria Sur–así se llama el pueblo del que les hablo, está
ubicado en el Departamento Totoral, Provincia de Córdoba–, la gente era así.
Con el esfuerzo de todos, poco a poco, cada casa tuvo su canilla de agua propia,
primero frente a sus casas y luego dentro de ellas. ¡Qué progreso! ¡Fue todo un
suceso la inauguración! Frente a la plaza–que, por cierto, ¿tenía nombre?
Bueno, si lo tenía, no lo recuerdo–había una hermosa iglesia. Su Santa Patrona
es la Virgen de la Candelaria. En ella se celebraban casamientos a los que
asistía todo el pueblo. Unos por estar invitados y otros, de puro curiosos.
Cuando finalizaba la ceremonia y se retiraban los novios, las mujeres y niñas
se quedaban como una hora en el atrio comentando todo lo que se refería al
vestido de la novia, madrina e invitadas. Que si tenía demasiada cola, que si
brillaba demasiado,que si la madrina estaba elegante, que ¡cómo no va a llevar
sombrero o tocado! Porque eran épocas donde las damas en las fiestas casi
siempre los usaban. “Si yo hubiese sido la madrina, me hubiese colocado un
tocado con tul y además guantes”, comentaba una señora. “A mí me pareció
perfecto”, respondió otra. “¿Vieron qué belleza los zapatos y cartera de la
madre del novio?”, intervino doña Dora, que de modas sabía bastante, ya que
como modista tenía mucha experiencia.
“Oh, sí, todo una obra artesanal, forrados del mismo
color que el vestido” asintieron todas. Y comentario más, comentario menos, el
tiempo iba pasando y las señoras seguían entretenidas mientras las niñas
correteaban por los alrededores. ¡Y claro… acontecimientos como éste no se
vivían todos los días! En la iglesia también se celebraban bautismos, funerales
y misas especiales. ¿Por qué digo especiales? Porque en el pueblo no había
sacerdote permanente y sólo asistía cuando se lo llamaba “especialmente” para
algún acontecimiento como los que mencioné. El pobre viajaba varios kilómetros
desde Villa del Totoral, lugar turístico e histórico muy importante del norte
cordobés. Tan importante, que como cordobeses no deberíamos dejar de conocer y
disfrutar, no sólo por lo que representa históricamente, ya que fue en su
momento paso obligado de grandes personalidades no sólo de la política, sino
también de la cultura de nuestro país. Y lógicamente un lugar turístico con un
maravilloso balneario de aguas cristalinas, que Anna adoraba visitar siendo
pequeña. Bueno, volviendo a lo que les contaba del sacerdote en aquellos
tiempos, cuando iba al pueblo, el cura sabía que tendría muchas actividades por
realizar ya que, aprovechando su presencia, nadie lo dejaba ir sin confesarse.
Se celebraban varios bautismos al mismo tiempo, desde bebés a niños que ya
caminaban, confirmaciones, oficiaba misas comunitarias, reuniones con los
padres de niños y niñas que el 8 de diciembre tomarían su Primera Comunión. Esa
fecha era inamovible. Todos los niños tomaban su Primera Comunión ese día cada
año. Pero la fiesta mayor, la que congregaba no sólo a los habitantes del
pueblo sino también de pueblos vecinos, era la de la Santa Patrona Nuestra
Señora de la Candelaria. Eso sí, para este evento, el Párroco se instalaba en
el pueblo por diez o quince días todos los años.
¡Qué lío que se armaba con las familias! Todos
querían que el sacerdote fuese a almorzar o cenar a sus casas. Recuerdo que el
Padre Moyano, por complacer a todo el mundo, aunque sea yendo a tomar mate con
tortas fritas, terminaba la fiesta patronal con varios kilos demás. Lo cierto
era que el pueblo se vestía de fiesta y lo hacían anticipadamente. Todo debía
estar en perfecto orden antes del inicio del primer día de la novena hasta el
último. ¡Qué hermoso era ver todo recién pintado! La Iglesia, la plaza, la
escuela, negocios y casas que cobraban vida, ya que durante todo el año, muchas
estaban deshabitadas y cerradas porque sus dueños no vivían permanentemente en
ellas, sino en estancias alejadas del pueblo. Las habían construido
especialmente para instalarse durante la fiesta patronal, una costumbre
transmitida de generación en generación por bisabuelos y abuelos a padres e
hijos. El último día se celebraba la misa y procesión. Recuerdo que durante
este acontecimiento religioso, entre los acompañantes de la Virgen, siempre
había tres ángeles que la custodiaban: eran tres niñas. Una de ellas era Anna.
Vestían túnicas de color rosa, blanco y celeste y, en su cabeza, una coronita
dorada. ¡Qué orgullo sentían al ser elegidas para esa ocasión! Cuando la imagen
de la Virgen aparecía desde el templo, se escuchaba el repique de las campanas
de la iglesia, acompañado del agitar de pañuelos celestes y blancos como su
hábito y el “¡Viva María!”, por el altavoz del cura Párroco. Era emocionante
ver tanta gente marchando alrededor de la plaza.
¡Qué lío que se armaba con las familias! Todos
querían que el sacerdote fuese a almorzar o cenar a sus casas. Recuerdo que el
Padre Moyano, por complacer a todo el mundo, aunque sea yendo a tomar mate con
tortas fritas, terminaba la fiesta patronal con varios kilos demás. Lo cierto
era que el pueblo se vestía de fiesta y lo hacían anticipadamente. Todo debía
estar en perfecto orden antes del inicio del primer día de la novena hasta el
último. ¡Qué hermoso era ver todo recién pintado! La Iglesia, la plaza, la
escuela, negocios y casas que cobraban vida, ya que durante todo el año, muchas
estaban deshabitadas y cerradas porque sus dueños no vivían permanentemente en
ellas, sino en estancias alejadas del pueblo. Las habían construido
especialmente para instalarse durante la fiesta patronal, una costumbre
transmitida de generación en generación por bisabuelos y abuelos a padres e
hijos. El último día se celebraba la misa y procesión. Recuerdo que durante
este acontecimiento religioso, entre los acompañantes de la Virgen, siempre
había tres ángeles que la custodiaban: eran tres niñas. Una de ellas era Anna.
Vestían túnicas de color rosa, blanco y celeste y, en su cabeza, una coronita
dorada. ¡Qué orgullo sentían al ser elegidas para esa ocasión! Cuando la imagen
de la Virgen aparecía desde el templo, se escuchaba el repique de las campanas
de la iglesia, acompañado del agitar de pañuelos celestes y blancos como su
hábito y el “¡Viva María!”, por el altavoz del cura Párroco. Era emocionante
ver tanta gente marchando alrededor de la plaza.
Junto a ellas siempre venían también cabalgando, sus
vecinas de apellido Farías. ¡Cuánto sacrificio cuando hacía mucho frío o
llovía!.
(...)
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Poemas y cuentos Mascoteros
Selección de poemas
Hugo Sandokán
Este es el poema fábula
del lorito Hugo Sandokán
que para que cierre el pico
su dueña le da pan.
Es travieso y metiche
le gusta llamar la atención
grita y chilla como loco
para salir al balcón.
Se cuelga cabeza abajo
suspendido en una pata
mientras con la otra sostiene
la comida en una lata.
Le gustan las semillas de girasol
las migas de vainillas
y si no encuentra qué comer
mordisquea las patas de la silla.
El muy pillo hace desastres
cuando lo sacan al patio
picotea los malvones
y no deja crecer el pasto.
Apenas suena el timbre
es el primero en contestar
les miente a los vecinos
diciendo que su dueña no está.
¡No se salva ni la perra!
a quien considera una vieja
y en cuanto ella se descuida
le picotea la oreja.
¡Qué genio que sos Huguito!
Se dice el muy agrandado
hasta que cansados sus dueños
lo encierran con candado.
Poema dialogado
Iba Teo el caniche
de paseo con su ama Susana
mientras descubrió asomada
a Margarita, la perrita, en una ventana
Ella estaba muy bonita
con su vestido de pétalos
y ajustaban sus orejas
dos cintas de terciopelo.
- ¡No sabía que en esta esquina
vivía tan bella vecina!-
Dijo Teo muy poético
con aire conquistador.
- ¡Tampoco yo sabía
que era usted tan atrevido!
mejor cuide a su dueña
que para eso lo han traído-.
- Disculpe por molestarla
pero si está usted de acuerdo
me gustaría invitarla
a cenar a Mc’ Tiernos
donde preparan menús variados
de leche, carne y atún
y de postre huesos saborizados
de jamón ahumado-.
- Eso me parece justo
y de su parte correcto
Estaré sentada aquí
¡y espero no sea un cuento!-
Lola
La perrita Lola
de mi amiga Silvia
luce como una reina
sentada en una silla.
Se imagina estar en el trono
con capa, bastón y joyas
pero los príncipes herederos
le robaron la corona.
Es inquieta y audaz
corretea como loca
mientras limpia la casa
con el escobillón en la boca.
Su vecino el gato Napoleón
la pone nerviosa
sacudiendo provocativo
en la tapia su cola.
Lola prefiere a Overita
la gata de su vecina Anita
porque es tranquila y coqueta
y para travesuras dispuesta.
¡Ay vecinos! ¡Mucho cuidado!
Con dejar a Lola de lado
porque es capaz de morderlos
hasta con el rabo.
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¡Muy bueno! Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias Jorge Curinao!
ResponderEliminarSaludos!
Ana María
Muchas gracias Jorge Curinao!
ResponderEliminarSaludos!
Ana María
Muy bueno... Que linda historia... Traviesos y soñadores como todo niño... Y me encantó el burro parlanchin!!!!
ResponderEliminarGracias querida Forencia! Nada más representativo de nuestras serranías cordobesas como un burrito!
EliminarMuy lindo!!! Me encantaron estos capítulos. Dos niños aventureros, traviesos y soñadores, como cualquier niño. El burro es mi personaje favorito.
ResponderEliminarMuy lindo!!! Me encantaron estos capítulos. Dos niños aventureros, traviesos y soñadores, como cualquier niño. El burro es mi personaje favorito.
ResponderEliminarFlorencia! Muchas gracias! Coincides con muchos lectores! El capitulo 4 "Simón" les resulta muy atractivo! Gracias!
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