Jorge Felippa

Nació en Córdoba en 1949. Estudio Letras Modernas en la Facultad de Filosofía y Humanidades (UNCba.). Inició sus publicaciones en el grupo “Sol urbano” con la escritura de poemas, a comienzos de la década del 70.

Se dedica a la docencia literaria, coordina talleres de escritura y es promotor de actividades para la edición, la lectura y la escritura literarias, en centros e instituciones -privadas y públicas-.

Colabora en diarios y revistas locales y nacionales. Dirigió Op Oloop Ediciones entre 1991 a 2001. Sus textos integran numerosas antologías literarias. Su obra ha recibido reconocimientos a nivel provincial, entre las cuales se destaca la primera mención del Concurso “Luis de Tejeda” Novela 1986, por El precio de la memoria.

 Publicaciones: Inauguración del coraje, 1973; Yo no diría la última palabra, 1976; El orden de los factores, 1980; A brazo partido, 1984; Que veinte años. Poemas (1979-1999), 2000; Quiero volver a casa, 2005; El que avisa no es traidor, 2007. También la verdad se inventa, 2009; Trampas de la colmena, 2013; Ni argentinos ni gallegos; cordobeses (en colaboración con Alejandro Hugo González, 1994.

Los libros señalados pueden encontrarse en la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Fuente: https://ffyh.unc.edu.ar/biblioteca/escritores-de-cordoba/felippa-jorge/

 

De la magia ni qué hablar

 

El silencio parpadea.

Los cuerpos se adivinan y hablan.

Las lenguas queman  uvas y llaves.

El deseo carga sus naves.

En la proas

llevan nombres escritos con barro.

Amores como arenas movedizas.

En la penumbra

una mansedumbre de álamos

reposa en sus miradas.

 

Cómo acarrear por la ciudad

llamados, relojes, pasos en falso.

La cita es túnel y arcano.

Gota de sangre en el borde del espejo.

 

Cómo rondar sin solapas

la cadera eléctrica de sus pudores

si él no fuera

pañuelo azotado por el hambre

y ginebra en el tajo que larva.

Si ella

tuviese en sus manos

algo más que huellas de anillos

y de jardines de invierno.

 

Entonces las palabras

oxidan hasta el rocío que respiran

las veletas de sus naves incendiadas.

 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Los comechingones

Alejandro Nores Martínez

Azor Grimaut