"Hiciste que la poesía perdiera los estribos" de Guillermina Delupi

Guillermina Delupi, San Luis (Argentina) 1975. Actualmente vive en Córdoba, donde desarrolla su trabajo periodístico cultural en diferentes medios de comunicación como Diario Perfil, Revista El Sur y El Descompresor (programa radial de UTN Córdoba y de AM530, radio de las Madres de Plaza de Mayo). Puntosdefuga.ar es su portal cultural.

Su obra está incluida en distintas antologías, en 2014 Marcel Maidana Ediciones editó su eBook “Fantasmas de otros”. Es habitual en el circuito de recitales de poesía en su país y su poema Warrior formó parte, en marzo y abril de 2025, de la exposición “Libres, intrépidas y fantásticas”, en la galería Pen and Brush de Nueva York, con obras de 35 mujeres de todo el mundo.

De su libro "Hiciste que la poesía perdiera los estribos"

 

I

Dijiste:

 vértigo y adrenalina

 y sin pensarlo dos veces

 entré de lleno en el juego.

 No pregunté

 de qué iban las reglas,

 ni me detuve

 cuando comprendí

 que no había ninguna.

 Cómo no imaginar

 el acantilado,

 el salto al vacío,

 la caída libre,

 mi cuerpo hecho añicos

 en ese infierno de rocas y aves de rapiña.

 Cómo no imaginar semejante final.

 Ya no sé

 cómo jugar este maldito juego.

 Se me ha ido de las manos.

 No puedo jugarlo así,

 como vos querés.

 Con tus tiempos,

 con tus ritmos,

 a medias tintas.

 Pero la culpa

 es enteramente mía:

 No supe cómo copiar

 tu cadencia, tu compás.

 Cómo balancear los abrazos,

 dosificar los besos,

 frenar las palabras

 que se me salían del cuerpo

 cada vez que me mirabas.

 No supe cómo jugar un juego

 al que vos ya le habías puesto final.

 

 

II.

 

Háblame

 de las cosas que suceden en segundo plano.

 De las que pasan subcutáneamente,

 de las que no se dicen, de las que se esconden.

 Háblame

 de las cosas que pujan por salirse de la piel.

 De las que hieren, de las que queman.

 De las que sucumben, de las que subyacen.

 De las que se quedan atascadas

 en el medio de la garganta, como un nudo infame y senil.

 Háblame, háblame, háblame.

 Háblame

 hasta que se nos sequen las palabras, hasta que se nos

marchite la piel.

 

 

III.

 

 No, yo no doy ultimátums.

 Simplemente me marcho

 dejando desparramadas

 en la escena del crimen

 las huellas homicidas.

 Querés pruebas.

 Pues ahí te las dejo,

 en el fondo de esos ojos oscuros

 a los que ya no llego

 por más que me esfuerce.

 Maté a mi ego herido

 por no darte la razón.

 Me fui sabiendo

 que ninguna coartada

 sería suficiente para salvarme.

 

IV.

 

Todos mis pronósticos

 fallaron con vos.

 Siempre.

 Cada vez que jugaba a adivinarte

 aparecías por el vértice opuesto.

 Debí, al menos, haberte previsto.

 Haber prevenido la hecatombe,

 el desastre que dejarías a tu paso.

 Pero mis instrumentos de precisión

 dormían en un baúl del ático

 y nunca funcionaban en casos extremos.

 No te vi venir.

 Eras el combo completo,

 una mezcla maldita y perfecta

 de amor

            tristeza

                       alegría

                                 desazón

                                              felicidad

                                                           dolor.

 Una amalgama prolija y cerrada al vacío

 en cuya cubierta sólo se leía:

 “tire para abrir”.

 

 

V.

 

Te extraño condenadamente.

 No tengo dónde poner

 las cosas que ya no podré contarte

 ni los chistes malos

 de los que nos reíamos

 como niños,

 ni las canciones viejas

 que pasan por la radio,

 ni las tonterías

 que se empeñan en decirme a la cara.

 A quién le doy los buenos días,

 las buenas noches,

 las buenas nuevas,

 las tantas ganas.

 A quién,

 si aquí no ha quedado nadie.

                                                        


 

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