Graciela Di Bussolo
Nació en Buenos Aires, en 1954. Vive en Córdoba desde
1990. Es Profesora y Licenciada en Ciencias de la Educación (UNLZ) y docente en
Nivel Superior. Coordina Talleres de Escritura Creativa. Publicó, Dice que
vive (1998. Ed. Argos); La noche boca abajo (1999.Editorial de la
Municipalidad de Córdoba. Tercer Premio Concurso Nacional “Luis de Tejeda”;
Donde nadie se atreve (2000.Temuco, Chile. Mención Honrosa Concurso
Iberoamericano “Neruda 2000”); Territorio de nadie. (2000. Ediciones Argos,
Córdoba); Donde nadie se atreve. 2003. 2ª ed. Narvaja Editor, Córdoba,
–con Prólogo de Jorge Boccanera. Su poemario Kavafis fue publicado en
idioma griego, en la Antología “Conversando con Kavafis. Antología de poemas
kavafianos extranjeros”. Instituto del Idioma griego, Thessalónica, Grecia,
2000.
gdibussolo@hotmail.com
gradibussolo@yahoo.com.ar
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DE LA NOCHE BOCA ABAJO
I.
La
mañana
se
abría paso en silencio.
Dejaste
que soñara caballos azules.
El
tiempo parecía otro sueño.
Pero
era la hora.
II.
Los
cuerpos
asomados
al abismo
temblaban
sin frío.
El
aire latía
demorado
en las manos
antes
del salto.
III.
El
cuerpo, a veces lluvia
deshojada
en los dedos
y el
abrazo
entre
hojas de almendro.
La
mirada que caía despacio
las
manos ávidas de miel
de
piel
las
manos esparciéndose.
El
rito de la lluvia.
El
sabor de la miel.
V.
No me
niegues tus manos.
No
condenes mi sed a esta espera
repetida
perpetua.
La
noche
sigue
durmiendo boca abajo.
Toda
la sombra
cabe
en este hueco.
VIII.
Demasiado
triste
hoy
el
otoño.
Demasiado
gris en la palabra
y el
dolor que ya casi no duele
por
costumbre quizás
resignación
quizás
rebeldía
quizás.
Demasiado
silencio para tanto pájaro que falta
demasiada
penumbra para este mediodía
demasiado
tarde para mí
y tan
oscuro.
IX.
Obligada
a repetir los rituales
atravieso
las arrugas del día
con
los ojos
las
manos
las
palabras.
Una
mirada
desde
el pedestal
cuida
que nada cambie.
X.
El
día se niega a los ojos.
Mutilada
la piel y su memoria
crecen
sombras donde hubo caricias.
Siempre
en
los atardeceres
envejezco.
XXII.
Cubro
esta pesada desnudez
y
cada vez tengo más frío
y
menos sangre.
Sobre
la piel
llevo
una ausencia como abrigo.
Cubro
el deseo y el horror
con
un cilicio.
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DE TERRITORIO DE NADIE
Yo me volqué en tu
espuma en aquel tiempo
Rafael Alberti
Desde
el brutal abrazo a la plegaria
desde
el roce hasta el borde
las
manos y los labios
incandescentes
desafiaban
la luz.
El
dios miraba
pensando
en absolvernos.
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Esparcías
semillas.
Brotaban
nardos
abedules
mandrágoras.
Dibujabas
mi espalda.
Jeroglíficos
laberintos
mandalas.
Cerca
de la vertiente
yacía
el dueño del fuego.
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El
crepitar del fuego
el
ritual
los
acordes.
Sándalo
almizcle
incienso
el
lenguaje inventado por la piel
la
danza elemental
el
derramarse.
Cayó
la luz.
El
reverbero
fue
el final del hechizo.
No
basta el sacrificio.
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... el recuerdo duele
dondequiera que uno lo toque.
Yorgos Seferis
El
signo
marcó
muerte donde fuera sagrario.
No
hay conjuro para el cuerpo vencido.
Desmesurada
cicatriz
la
piel quedó en la piel.
Apenas
un tatuaje.
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Entre
el fuego y la piedra
la
palabra
la
sed.
Una
fuente escondida
la
búsqueda del agua
los
rituales.
Y la
resurrección del duelo
sin
la carne.
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Era
la tierra de tu tierra entre mis dedos.
Era
la magia.
Eran
los barcos
las
campanas.
Era
el viento un amante que lamía tu casa.
Era
invierno.
Era
tu ausencia y todas las ausencias.
Isla Negra, Chile, Agosto de 1998
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Desvarío
en los ojos y en el sueño.
Busco
amparo en la costa
tal
vez playa
o
puerto.
(Mejor
si fuera puerto.)
Siento
el
temblor de los pasos sobre el muelle
y la
piel encallada
y el
eterno desvelo.
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Debí
haber partido
a la
hora de las migraciones
cuando
rondaba un tigre azul en cada vuelo.
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Del
húmedo aquelarre de los cuerpos
quedó
un breve trazo.
Lenguas
en el desierto
apenas
estadía.
Anomia
de lo ausente
sombra
extraña que recorre el espejo
y
ronda el solo cuerpo
tan
ajeno.
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Moebius
tu
piel
siempre
tu piel.
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El deseo
mira qué reinado
tan triste.
Alberto Girri
Desde
la piel hasta la piel
ir
y no
quedarse.
Una
tormenta de verano
y la
lluvia.
El regreso
sucesión
de veredas sin esquinas
puertos
abandonados.
Y el
granizo partiéndome los ojos.
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DONDE NADIE SE ATREVE
I.
Después
de las hogueras
y del
séptimo círculo
se
consumen
condenados
al hielo.
Desechos
del Andrógino
sin
ninguna mitad
ninguna
búsqueda.
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II.
Desde
el tiempo clausurado
nada
regresa.
Un
vacío de pájaros
anuncia
el triunfo del verdugo.
Sin
cielo
las
ventanas son párpados muertos.
Para
sobrevivir
hay
que soportar el silencio del refugio.
Resistir
desde
el adentro.
III.
Las
sombras merodean.
Fieras
desencarnadas
se
acercan al territorio de los lobos
allí
donde
nadie se atreve.
Desde
lejos se escuchan los aullidos
antífonas
de los rituales de la noche.
IV.
Ya no
es un misterio el sexo de los ángeles.
Nadie
planta rosales en las plazas.
Hay
ruido a muerte.
La
Verdad va montada sobre un perro lustroso
y
hace estragos.
Las
ventanas se cierran a su paso
y las
calles sin Dios se quedan solas.
Alguien
siente la ausencia
junta
las manos
pero
ya no recuerda la plegaria.
V.
Un
alacrán devora las raíces del árbol.
Entre
sus patas crecen ríos de sangre.
Tiemblan
las ramas.
La
tierra
es
una bestia que sale del letargo.
Sacrílego
el
final se desploma entre cenizas.
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KAVAFIS
I
Mi vida es la memoria de esas horas.
Vivo
en un
reloj de arena.
Lentamente
caigo
con
el último grano.
Duele
un poco
un
poco nada más
después
no.
II
Mis manos han tallado mucha piedra.
Son
cicatrices.
A
veces necesito acariciarlas
y
sentir el horror
en la
punta de los dedos.
III
Odié los goces y los amores rutinarios.
Quise
abrir los candados
con
las uñas.
IV
Ahora que todo es cosa del pasado
sangro
desde
las alas lastimadas.
Versos
y plumas
la
caída del vuelo.
V
Una
luz amarilla
y
telarañas en el escenario.
La
memoria golpea los rincones.
Abandonado
entre bambalinas
yace
tu cuerpo joven.
NOTA: Los versos en bastardilla han sido
tomados de poemas de Konstantinos Kavafis.
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